Un Café con Mario Benedetti

Hace unos días, encontrándome en una de esas tardes en las que la inspiración parecía haberse esfumado por completo, decidí refugiarme en el Sorocabana. El café que se volvió famoso gracias a las tertulias literarias que albergaban sus mesas. Su atmósfera, impregnada de historia y creatividad, hacía que el lugar vibrara con una energía única. El café, que había cerrado sus puertas hace tiempo, finalmente había reabierto, y pensé que una visita podría ser justo lo que necesitaba para encontrar nuevamente mi musa. Sentado junto a la ventana, con un café humeante entre mis manos, dejé que mis ojos vagaran por la sala, buscando alguna chispa de inspiración. De repente, el bullicio del café se desvaneció. Entonces, sucedió algo extraordinario: al levantar la vista, vi una figura conocida que me dejó sin aliento. Frente a mí, como salido de un sueño, estaba Mario Benedetti. —¿Mario? —mi voz apenas fue un susurro, entre la sorpresa y el asombro. Él sonrió con una calid...