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Mostrando entradas de enero, 2024

HUELLAS EN EL UMBRAL DEL AYER

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  Aquel día se tornó melancólico para el sexagenario y tomó la iniciativa de emprender un viaje al pasado; decidió visitar la casa donde sus raíces se hundían en la tierra y sus recuerdos se tejían en las paredes; aquella propiedad, la que tantas veces resonó con las risas infantiles, pero que ahora, pertenecía a extraños. Al llegar, con paso inseguro pero decidido, se encontró frente a la puerta que alguna vez fue testigo de sus alegrías, cuando la abuela llegaba cargada de regalos en día de reyes o cuando los amigos llamaban para salir a jugar. Al tocarla, la madera rugió como si también recordara. Cuando se abrió, unos ojos desconocidos lo miraron con interrogantes. —"¿Qué se le ofrece?"— preguntaron, sin reconocer al hombre que estaba en frente. Con paciencia y nostalgia en los ojos, el hombre se presentó… —Buenas tardes, disculpas por la molestia. ¿Sabe? yo nací aquí— Y se quedó callado sin saber qué decir, pero la cara de la mujer frente a él permaneció impa

ROMANCE DE LA LUNA Y EL POLONIO

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     Años atrás, en las noches estrelladas de Cabo Polonio, se hablaba de un romance mágico y eterno entre la luna y el propio cabo. Se decía que la luna, la deidad de la noche, quedó cautivada por su belleza surgente y singular, un lugar donde la tierra se encuentra con el océano en una danza interminable. La luna, se asomaba todas las noches en el cielo de Cabo Polonio arrojando su luz plateada sobre sus playas y roquedales sombríos. Era como si estuviera hechizada por la belleza del lugar y no pudiera resistirse a su llamado. Su amor por el cabo era inmenso, y se manifestaba en cada rincón de la costa.      Había momentos en que la luna, tal cual una tímida novia, jugaba a las escondidas como avergonzada de tanta admiración; sonrojada, se ocultaba detrás de las gigantescas dunas de arena que cuidaban aquel peñón rocoso mientras ellas, con movimientos casi imperceptibles, la dejaban nuevamente al descubierto.      El cabo, a su vez, se sentía atraído por la luna y le guiñaba su