ROMANCE DE LA LUNA Y EL POLONIO

    Años atrás, en las noches estrelladas de Cabo Polonio, se hablaba de un romance mágico y eterno entre la luna y el propio cabo. Se decía que la luna, la deidad de la noche, quedó cautivada por su belleza surgente y singular, un lugar donde la tierra se encuentra con el océano en una danza interminable.

La luna, se asomaba todas las noches en el cielo de Cabo Polonio arrojando su luz plateada sobre sus playas y roquedales sombríos. Era como si estuviera hechizada por la belleza del lugar y no pudiera resistirse a su llamado. Su amor por el cabo era inmenso, y se manifestaba en cada rincón de la costa.

    Había momentos en que la luna, tal cual una tímida novia, jugaba a las escondidas como avergonzada de tanta admiración; sonrojada, se ocultaba detrás de las gigantescas dunas de arena que cuidaban aquel peñón rocoso mientras ellas, con movimientos casi imperceptibles, la dejaban nuevamente al descubierto.

    El cabo, a su vez, se sentía atraído por la luna y le guiñaba su ojo cada 12 segundos exactos, con destellos que la enamoraban aún más, hasta que ella volvía a aparecer. Las mareas subían y bajaban al ritmo de su afecto, como un latido en el corazón de la tierra. Las rocas rugosas y las playas de arena suave parecían inclinarse ante ellos en un gesto de admiración, como si estuvieran rindiéndoles homenaje.

    Las noches en Cabo Polonio eran un derroche impresionante de amor y devoción. La luna pintaba el cielo nocturno y el cabo se levantaba majestuosamente como un amante que espera con ansias a su ser amado. La brisa marina susurraba secretos de amor entre ellos, y las olas rompían en la orilla dando aplausos de confirmación.


    Por las mañanas, los lobos marinos olfateaban el aroma del deseo y gaviotas indiscretas escudriñaban entre las piedras, tal cual detectives del alba en busca de besos perdidos, mientras los rayos del sol se alzaban sobre el horizonte.

    Los habitantes contaban historias sobre este idilio, y cómo su amor daba vida a la belleza y magia del lugar. La gente venía de todas partes para presenciar tales historias en este escenario natural de la costa uruguaya, sin poder comprender tal enamoramiento sin un comienzo ni un fin aparente... Ella estaba siempre llena, pues, se había olvidado de menguar.

    Pero cierto día, el cielo azul, que también estaba maravillado con su redondez y generosamente le cedía su espacio en la bóveda celestial, se sintió excluido y solitario. Había observado durante mucho tiempo cómo la luna y el Polonio compartían su amor inmutable. Prisionero de los celos, sintió una fuerte depresión atmosférica que provocó una feroz tormenta sobre el cabo. Las negras nubes, ocultaron por varios días la luna dejando al cabo sumido en la oscuridad. El viento aullaba y las olas rugían en señal de descontento, mientras el cielo lloraba sus penas con una lluvia torrencial.




    La belleza del lugar parecía haberse transformado en un escenario de caos y desesperación. Pero el cabo, conociendo al cielo, sabía que pronto volvería a ser el de siempre, no era la primera vez que éste se enojaba y soportó con paciencia su furia.

    La luna, ansiosa por volver a su encuentro amoroso, se mantenía oculta detrás de las nubes, incapaz de hacer frente a la tormenta que el cielo azul había desatado. Ella también sintió el peso de la separación y esperaba el momento en que pudiera romper el velo de nubes y volver a iluminar el Polonio con su luz plateada.

    Después de varios días de tormenta, la luna emergió finalmente entre las nubes. Cabo Polonio estaba empapado y cansado, pero más enamorado que nunca al ver otra vez a su amada. La tormenta había servido para recordarles lo importante que eran el uno para el otro, y su amor se fortaleció aún más.


    El cielo azul, al ver la persistencia de este amor, se sintió avergonzado por su arrebato de celos y permitió que el encanto del lugar volviera a brillar en su esplendor.

    La historia de aquel romance entre la luna y Cabo Polonio continuó, y las noches estrelladas volvieron a ser testigos de este mágico amor, iluminando cada rincón de ese suelo rochense, místico e inefable, convirtiéndose así en un lugar de romances y misterios, donde los corazones se unen bajo el encanto de esta unión.

Autor: Ricardo Ismael 

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