Un Beretta, mas que un vino.



En un terruño escondido que Montevideo resguarda,
cipreses y palmas, reciben mi andar
y entonan conmigo un cantar,
de la lejana Lombarda.

Don Antonio del 900 parla,
cortejando su enamorada,
y hasta parece que bailan,
a la sombra del palmar,

La casa de paso está,
romerillo vigilante, tejado ancestro,
y un viejo molino grotesco,
acunando amores que siento.

Ensarcillado aguarda un sarmiento,
la poda de agosto invernal,
y en silencio esperar, la primavera airosa,
con la tierra nerviosa, que hará la viña llorar.

El pámpano crecerá!!
hasta ver sus racimos,
son emociones de un vino,
que esta viña me ha de dar.

Con mis ansias de catar,
me interné en sus aposentos,
van conmigo instrumentos,
que me muestran su armonía.

Aromas de abadía en tonel de robledal,
taninos que al hablar se me quedan la piel,
y recuerdos que embriagan,
tiempos de mi niñez.

El tinto suele ser, un rubí oliendo a rosas,
como estrofas de un poeta,
cadencia perfecta,
que enamora mi boca.

Un Mistela me cautivó, 
con sus lágrimas en copa,
y al sentir su fragancia loca, 
dejó abierto mi corazón.

Irresistible sabor,
que en mis labios provoca,
urgente maridaje en pos, 
de sensaciones y notas.

Mirando el paisaje, mi mente se alboroza,
entre vides añosas, y un desborre fugaz,
para que pronto, un Beretta se plante,
en la mesa familiar.

Ricardo Ismael 
Agosto 2020.

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