LA SOLEDAD Y EL VINO
En la penumbra de la noche eterna,
el vino llena copas de desvelo,
susurros de amores en la caverna,
la soledad se mezcla en mis anhelos.
Las estrellas miran en silencio,
mientras la luna tiñe el cristal,
la tinta fluye a ritmo lento,
y cada sorbo revela un final.
La melancolía es mi compañera,
y en el vino encuentro la calma,
la noche se vuelve mi quimera,
y en cada copa voy derramando el alma.
Los recuerdos bailan en mi mente,
y se arriman fantasmas de tiempos perdidos,
la soledad siempre está presente,
y escribe versos de amores idos.
El vino es mi aliado en esta guerra,
y cada gota una batalla ganada,
en la soledad encuentro mi tierra,
y en el silencio, mi casa.
La pluma se desliza con pesar,
dibujando en el papel un destino,
la noche es un lienzo a llenar,
con lágrimas y vino tinto.
Cada estrofa es un lamento,
cada trago, una redención,
en la soledad, se queda mi aliento,
y en el vino, la inspiración.
Las noches pasan como un río,
llevándose mis penas y sueños,
la luna y el vino, son mi desvío,
en la soledad, mis dueños.
En la quietud de la noche,
el poeta se aferra a su fe,
resiliente en su melancolía,
escribiendo la vida de pie.
Ricardo Ismael
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