RECUERDOS

 Que tal amigos? 


Comparto aquí una nueva historia con la que muchos se sentirán identificados, a pesar de ser mi historia.

Los invito a realizar un viaje al pasado.

Si…al pasado, al tiempo de nuestra niñez, a los recuerdos, vivencias que nos hicieron pensar, 

Que lejos están nuestras canas!!! Que lejos está la vejez!!! Pero el tiempo no se detiene y cada minuto que pasa se transforma en historia.

Todos los recuerdos, difieren sustancialmente según quien los evoque.

Pero es hermoso recordar la niñez, con esa inocencia con la que vivíamos, sin celulares, sin computadoras, donde teníamos todo el tiempo del mundo y éramos dueños del sol y los atardeceres. Además cuando uno recuerda esos momentos, es como vivirlos  nuevamente

Tengo muy claro en mi memoria, los fotógrafos callejeros del Parque Rodó, con sus máquinas montadas sobre trípodes, ¿como hacían para cargar aquellos aparatos?  eran la sensación, no solo de los montevideanos, sino de visitantes, como el hombre de campo que posaba para llevarse a sus pagos ese recuerdo, de que había estado en la capital.

Y se decía….Ahh!! que gran invento sería, si se pudieran achicar para llevar en un bolsillo, pero dudábamos de que eso fuera a suceder.

Y el barrio, quien no lo recuerda?

Cada uno lleva en su corazón, varios trocitos de ese lugar especial ….el barrio donde nació, el barrio donde se mudó por primera vez o cuando se casó.

Al fondo de casa teníamos una laguna, en los viejos terrenos de un horno de ladrillos.

Cuando llovía se llenaba y salíamos a la cacería de ranas, para luego prepararlas a la sartén.

Nunca faltaba atrapar algún sapo y ponerle un cigarrillo en la boca para verlo fumar, y reíamos….

El 6 de enero, eso sí… la cuadra se vestía de fiesta y hacíamos carreras de embolsados, partidos de fútbol, carreras de chatas y hasta el palo enjabonado nos desafiaba mostrando sus regalos, casi inalcanzables.

Me pasaba las tardes en el rancho de la Keka y el Keko, comiendo pan con azúcar, cantando las milongas de Arellano con el viejo, mientras la Keka preparaba sus tartas de manzana y jugábamos a la escoba del quince, éramos tan felices!!

Hasta escuchábamos el radio teatro de Julio Cesar Armi, mientras el horno de barro, daba su mayor bostezo a la hora del mediodía.

Frente a un televisor a válvulas que marchaba a puro golpe, tomaba la leche con Pilan, con su clásico ARRIBA ABAJO AL CENTRO Y ADENTRO y me divertía con El Lagarto Juancho y los Titanes en el Ring.

Recuerdo que por las noches, en el rancho, el Keko me hacía orinar sobre un ladrillo caliente, para no mojar las sabanas y parado frente al latón, observaba mi estampa.

Al llegar la primavera, las tardes de domingo con las cometas, eran sublimes, con los ojos grandes y la boca cansada de tanto reírnos corriendo bajo un cielo multicolor.

Los trompos, las bolitas, las escondidas y la primera novia que nos hizo darnos cuenta, lo rápido que el tiempo se escapa de nuestras manos y nos hicimos grandes. 

He cruzado los cincuenta y mi piel se está marcando, con fango en la suela de mis plantas, descalzo y galopando. Al mirar atrás, por el espejo de los años, se me cruza entera la vida, los hijos, los nietos, y a la que aún, sigo amando.

He cruzado los cincuenta, y solo tú, estás a mi lado, compartiendo con nuestro hijo, que quizá también, pronto se esté marchando. Ahí estás esposa mía, hombro con hombro, mano con mano, como cuando dijimos,… ¡¡vamos!!

He cruzado los cincuenta y los amigos se han marchado, esos amigos del alma, que uno siempre había soñado. La gloria del escenario, de a poco se va esfumando y solo queda el recuerdo de aplausos ovacionados.

Buscando su propio vuelo mis canciones siguen sonando, en busca de otras voces, pues la mía se está cansando. En el balance de mi vida, que me quiten lo bailado y tengo mucho para seguir en pie, mucho para seguir peleando.

He cruzado los cincuenta y una lágrima me va rodando, porque extraño mucho al Keko, la Keka y los viejos, se van apagando. Porque es la ley de la vida, pero cuesta mucho aceptarlo. Me hago amigo del tiempo para estos tiempos amargos.

He cruzado los cincuenta y una lucha interna me va matando, un Amigo que espera, otro de Él me va alejando, yo quisiera cambiar las cosas y que Dios me vaya entrenando, por una amistad eterna….que dure más de mil años.

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