LA MAGIA DEL DAYMAN

La tarde salteña a principios de agosto, se caldeó con un tórrido viento del norte,
que la transformó en una hermosa tarde de verano;
en busca de paz y natura, me escapé de la gente, mi olfato guió a mis pasos,
bordeé el puente, y a pocos metros ahí estaba.....
majestuoso, errante, y eterno... el Daymán!!

Me detuve por un instante, y mi corazón se llenó de monte,
olvidando por completo el bullicio de la ciudad, recorrí su  rivera,
hasta que el lugar preciso me invitó a descansar.
Piedras negras y redondeadas por las crecidas,
me ofrecieron un maravilloso asiento.

El río corría muy lentamente,
casi como por inercia, de este a oeste
dejando ver pequeños rápidos que se formaban
después de chocar con las piedras,
que se asomaban sobre el espejo del lecho.

Un cardumen alborotado quebró el silencio,que por momentos,
hasta se podía oír.
El pajarerío amistoso acompañaba mi soledad
picoteando migajas, que entre mate y mate
a propósito dejaba caer.

Las gallinetas
se zambullían una y otra vez,
en busca de manjares,
totalmente despreocupadas de mi vigilia
como en su propio parque termal

El sol, continuó su camino, como habitualmente lo hace,
cambiando de matices el empedrado del cielo, que va preparando su aguacero.
Sobre el agua, las sombras del ramaje se hacían largas,
como las horas y la distancia que me separan de los míos
la tarde se ha ido,

viejo Daymán... sigue tu rumbo
y gracias por tu magia y por tu paisaje


Ricardo Ismael, desde Salto
Agosto 2013

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