BITACORA DE VIAJE


Desde que comenzamos a planear nuestro viaje a Mendoza, la emoción fue creciendo con cada conversación que teníamos en familia. Sabíamos que no sería un viaje cualquiera, sino una experiencia que nos conectaría aún más, como familia, con la naturaleza, los vinos y las montañas. Mi esposa, Sandra , mi hijo menor, Facundo y yo, Ricardo, estábamos ansiosos por vivir esa aventura juntos.

PLANIFICACION


La planificación fue meticulosa: investigamos sobre las bodegas, las termas, las rutas de montaña y todo lo que la región ofrecía. Reservamos las excursiones con antelación para asegurarnos de no perdernos ni un rincón de este destino tan cautivador. 
La curiosidad sobre la gastronomía mendocina, sus aceites de oliva y, por supuesto, la majestuosidad del Aconcagua, nos hizo imaginar cada detalle antes de llegar.

Este viaje se convirtió en una oportunidad para desconectar y sumergirnos en un mundo nuevo. Desde el momento en que tomamos el vuelo hacia Mendoza, supimos que sería una experiencia que quedaría grabada no solo en las fotos, sino en nuestras retinas, corazones y recuerdos, como una familia unida disfrutando de todo lo que este maravilloso destino tenía para ofrecernos.

Llegó el día esperado y allá nos fuimos

Tras un vuelo tranquilo con escala, llegamos como a las 6 de la tarde a la tierra del Malbec. La provincia de Mendoza al oeste argentino a fines de diciembre, nos recibió con los ramales de sus acequias, esas venas de agua que recorren sus calles y alimentan los olivares y viñedos que se extienden por toda la llanura al este de la cordillera.

     

La ciudad nos daba la bienvenida con calles amplias y frondosas, rodeadas de edificios modernos, y otros con decoraciones en sus fachadas. Vimos también varias plazas pequeñas que rodean la Plaza Independencia. Este punto de partida, al pie de los Andes, prometía un viaje que quedaría grabado en nuestra memoria.


Desde la inmensidad de las montañas, hasta los aromas de sus bodegas, cada rincón de esta tierra nos ofreció una experiencia única. En medio de un clima árido promediando 28° a 33° al terminar el año, los días de nuestra estancia fueron muy disfrutables.

 

DIA 1  

CAÑON DEL ATUEL

Partimos a las 7am desde Mendoza Capital por ruta 40 y ya la cordillera a nuestra derecha nos dejaba apreciar su belleza. Entre alamedas interminables el volcán Tupungato, que en idioma Huarpe (pueblo indígena) significa “Mirador de Estrellas” con sus 6500mts y sus nieves eternas marcaba presencia como el hermano menor del Aconcagua.

Después de pasar por un paisaje desértico y árido durante muchos kilómetros por la ruta 143, donde solo veíamos llanuras de arbustos y tierra, con la cordillera muy lejos allá al fondo del paisaje, cruzamos la Ciudad de San Rafael casi a mediodía para llegar al Embalse del Nihuil, un lago artificial con un volumen de 65000m3 formado sobre el río Atuel, a 245km al sur de la provincia, con su espejo cristalino que reflejaba el cielo mendocino fue el primer contacto con la grandeza natural de Mendoza.

Rodeado por un paisaje sereno, era difícil no sentirse en paz ante la inmensidad de sus aguas, que además de usarse para riego, se utiliza para generación de electricidad. Hicimos allí un alto en el camino y nos comimos unas empanadas de chivo (¡una delicia!) disfrutando la vista frente a nosotros.

A poca distancia, el Cañón del Atuel desplegaba su imponente geografía. El río, a lo largo de los siglos, había esculpido paredes de roca en tonos rojizos y ocres, creando un escenario que parecía una obra maestra natural.


Aquí, las formaciones caprichosas invitaban a imaginar figuras y formas, mientras el viento secreteaba historias de un tiempo remoto. La vegetación espinosa, mostraba sus cactus verticales, juncos, jarillas, algarrobos y otras tantas y de vez en cuando, algún guanaco solitario aparecía vigilante entre las piedras.

LOS OSITOS CARIÑOSOS

Promediando la tarde, llegamos a un complejo turístico para experimentar el Rafting. El sol se alzaba sobre el Cañón del Atuel, bañando de dorado las aguas cristalinas que serpenteaban entre formaciones rocosas milenarias. Diez almas se reunían en un gomón, dispuestas a desafiar las corrientes y a sumergirse en la aventura.


PRACTICA DE RAFTING EN EL CAÑON DEL ATUEL

Facundo, con su remo firme en estribor, marcaba el ritmo con destreza. Sandra y yo, los "viejitos" del grupo, ocupábamos el centro del gomón. Ella, con su risa contagiante y gritos de alegría, infundía energía a todos, transformando cada remada en una celebración.

Al fondo, el guía, con su mezcla de inglés y español, dirigía las maniobras con entusiasmo. "¡A la derecha! ¡A la izquierda! ¡Rema fuerte!" “Power, Power” Su voz se entrelazaba con las risas y gritos del grupo, creando una sinfonía de emociones.


A lo largo de los 9 km de recorrido, otras embarcaciones se acercaban, desafiando la camaradería con batallas de agua. Los remos se convertían en espadas, y las risas en gritos de guerra amistosos. El agua salpicaba, las carcajadas resonaban, y el espíritu competitivo mantenía a todos alerta y unidos.

A los costados, el paisaje desplegaba su belleza: sauces cuyas ramas se sumergían en el río, creando túneles verdes que invitaban a la exploración. Las personas en las orillas, alzando las manos, saludaban y reían con nosotros, compartiendo la alegría del momento.

Las montañas, guardianas silenciosas del cañón, observaban desde lo alto, nuestras locuras y gritería que rompían su solemne silencio. El viento acariciaba las aguas, llevando consigo las voces de quienes se entregaban al disfrute y la libertad.



Al final del recorrido, el gomón se detuvo suavemente en la orilla. Todos, empapados y exhaustos, compartimos miradas cómplices y sonrisas satisfechas. El río Atuel, con sus aguas y paisajes, había tejido una experiencia inolvidable, un relato de amistad, risas y naturaleza que quedaría grabado en nuestros corazones para siempre.

DIA 2   

ALTA MONTAÑA


Nuestro viaje continuó al día siguiente por la ruta 7 hacia la alta montaña, recorreríamos la gran Cordillera de los Andes y parte de una de las rutas sanmartinianas, o sea uno de los recorridos que cumplió el Libertador Gral. José de San Martín hacia Chile en su campaña libertadora. Un territorio que nos hacía sentir pequeños ante su grandeza.


Cruzamos túneles que atravesaban la roca viva, mientras Lorena, nuestra guía, nos relataba las costumbres de los Incas sobre como llamaban a sus complejos habitacionales; cuando eran más de 15 viviendas, lo llamaban Tambillos y cuando eran menos de 15, Tambillitos, para luego señalarnos ruinas de construcciones Incas al costado de la ruta.


DIQUE POTRERILLOS

Después de unas cuantas fotos, retomamos el recorrido por la misma ruta, siguiendo entre montañas y más montañas. En determinado momento del trayecto, nos desviamos por un camino de tierra y piedras para comenzar a descender bordeando un barranco hasta llegar al Puente de Picheuta. Es una joya arquitectónica de la época colonial, emplazado sobre el arroyo del mismo nombre que desemboca en el Río Mendoza. Construido con piedras y argamasa, su arco de medio punto ha resistido el paso del tiempo, siendo testigo de innumerables historias. Este puente no solo facilitó el tránsito de las tropas de San Martín, sino que también fue escenario de enfrentamientos significativos, como el Combate de Picheuta.

ARROYO PICHEUTA

El arroyo, angosto, corre desenfrenadamente entre las piedras formando rápidos bastante impetuosos, sus aguas frías y cristalinas, invitaban a mojarnos la cara para refrescarnos del calor intenso. Mientras nos fotografiábamos registrando el momento, cada piedra bajo nuestros pies, nos transportaba a una época memorable, a la vez que nos imaginábamos frente al mismo paisaje pero en invierno, con sus pedregales blancos, helados, inhóspitos.


ARROYO PICHEUTA

Muy cerca del puente, en la margen norte del arroyo, quedan restos del Fortín de Picheuta, que en 1814, San Martín, siendo gobernador de Cuyo, ordenó levantar para dar refugio a los soldados que pasaran por esa región.

    
restos del Fortín de Picheuta


Luego retomamos la ruta 7 rumbo al Puente del Inca.

Aprendimos mucho sobre el movimiento de las placas, donde nos contaban que se produce un proceso de subducción, lo que hace que una de las placas se pliega hacia el interior de la Tierra y se introduce bajo la otra, provocando el crecimiento en altura de la montaña a una velocidad de 8 cm por año, ¡impresionante!.


ARISTAS DE UN SILENCIO 


La piedra raspa bajo mis pies, rugosa, caliente, viva.
El aire, seco y cortante,
entra en mis pulmones como un desafío.
El sol, brutal en su fulgor,
no pregunta, simplemente golpea.
Mis ojos se llenan de la montaña,
de grietas, de sombras, 
de aristas que cortan como un puñal.
El silencio no es silencio: 
es viento que ruge, es eco que rebota, 
es roca que guarda el grito mudo de mil años.
Mis manos buscan sostenerse,
la aspereza me recuerda que soy pequeño.
La sal del sudor me acompaña,
mi lengua la saborea sin opción.
Estoy aquí, casi desnudo frente a lo eterno.
La montaña no me mira,
pero me juzga y me dice: ¡No te atrevas!
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Al llegar al Puente del Inca, fue otro espectáculo inolvidable. Con su arco natural de colores vibrantes por las aguas termales a 2700mts sobre el nivel del mar, cerca del paso a Chile, el río Cuevas baña el lugar mostrando un paisaje sin igual. El calor veraniego era intenso y la cordillera se nos venía encima, temerosa, imponente, contrastando su amarronado color con un cielo profundamente celeste. Fotos, artesanías y momentos de contemplación, todo inmortalizado en una imagen vívida que permanece guardada en nuestra retina.

        
   
PUENTE DEL INCA

Luego pasamos a unos 20km del Aconcagua, pero verlo alzarse majestuoso con su cima nevada fue un momento que guardaremos para siempre. Nos quedamos contemplándolo, reflexionando sobre la eternidad que representa y lo frágiles que somos ante la inmensidad de sus casi 7000mts.


    

A lo largo del camino, nos acompañaban los restos de las vías del viejo Ferrocarril Trasandino, que unía Mendoza con la ciudad chilena de Los Andes desde 1910 hasta 1984. Túneles abandonados, las columnas con restos de las líneas del telégrafo que alguna vez transmitieron noticias y conectaban amores distantes.


Luego de pasar por la entrada principal del Parque Provincial Aconcagua, llegamos a Las Cuevas. Última localidad argentina del departamento Las Heras, provincia de Mendoza antes de la frontera con Chile. Aquí ya estábamos a más de 3000mts sobre el nivel del mar.

RÍO DE LAS CUEVAS

Hoy ofrece un hostal para aquellos que deban pernoctar en el lugar, pero la mayor parte de las viviendas están abandonadas. En esta época del año, solo 5 personas trabajan para atender un comercio gastronómico donde almorzamos. Observando el lugar, veo ventanas de doble hoja y una muy buena aislación térmica en las paredes, lo cual denota que los inviernos son hostiles. Según nos contaban, es posible la acumulación de nieve de hasta 4mts de altura.

A pesar de que el sol apretaba bastante, corría un ventisca fría que nos obligó a ponernos un abrigo, pero no fue impedimento para recorrer el lugar y disfrutar un paisaje maravilloso e imponente frente a la grandeza de la montaña con sus cumbres nevadas.


POSADAS DEL GLACIAR

DIA 3   

TERMAS DE CACHEUTA


El día comenzó, cargado de expectativas y con el entusiasmo de explorar por nuestra cuenta. Desde el hotel en la ciudad de Mendoza, organizamos todo con anticipación: las entradas ya compradas en línea y un UBER reservado para llevarnos a este rincón mágico de la provincia.



Tomamos la ruta 82, que serpentea entre montañas, túneles y paisajes imponentes. El trayecto de 40 kilómetros, aunque duró casi una hora, fue un regalo en sí mismo. Las vistas eran una extensión del espectáculo del día anterior: paredes rocosas que se alzaban como guardianes y el cielo despejado que parecía abrazarlo todo.
Al llegar a las Termas de Cacheuta, la montaña se desplegó con su majestuosidad, envolviendo el lugar en un silencio interrumpido solo por el murmullo del río Mendoza. Las piscinas termales, dispuestas en terrazas, se integraban de manera armoniosa con el entorno natural. Cada pileta tenía una temperatura diferente, y elegir entre ellas se convirtió en un pequeño ritual. Sumergirnos en esas aguas cálidas, rodeados de montañas, fue como dejar que la naturaleza nos abrazara y nos desconectara del mundo.


por la tarde, decidimos explorar más allá de las piletas. Bajamos al lecho del río, donde el cauce manso se abría paso entre piedras y escollos. Caminar allí, sintiendo la textura de las rocas bajo los pies y escuchando el murmullo suave del agua, fue una experiencia que nos conectó con los latidos profundos de la montaña.


A las 17 horas, puntualmente, nuestro conductor llegó para recogernos, tal como habíamos coordinado. Mientras regresábamos por la misma ruta que nos había llevado, con el sol tiñendo las montañas de dorado, llevábamos con nosotros el recuerdo de un lugar donde el tiempo parecía detenerse, y donde la naturaleza, en toda su grandeza, nos hizo sentir parte de algo más grande.


DÍA 4

Primer día del año 2025


El cuarto día de nuestro viaje coincidió con el primer día del año, y la ciudad despertaba en una calma casi absoluta. La mayoría de los negocios y locales gastronómicos estaban cerrados, lo que limitó nuestras opciones para explorar. Decidimos aprovechar esta quietud y hacer algo diferente: viajar en el Metrotranvía de Mendoza para conocer la ciudad desde una perspectiva distinta.

Este tren ligero, con su recorrido silencioso y pausado, nos permitió descubrir rincones de Mendoza que quizás habrían pasado desapercibidos de otra manera. Desde las ventanas, observamos las calles arboladas, los pequeños canales de irrigación que serpentean junto a las veredas y la arquitectura que combina tradición y modernidad. Fue una experiencia tranquila pero enriquecedora, una forma de conectar con la vida cotidiana de la ciudad en un día tan especial.

Concluimos la jornada regresando a nuestro alojamiento, donde decidimos tomarnos el resto del día para descansar y recargar energías. Después de días llenos de actividades, este momento de pausa fue el equilibrio perfecto antes de continuar nuestra aventura en esta tierra generosa y sorprendente.

DÍA 5

Salida de compras por la ciudad

El día comenzó con entusiasmo, recorriendo tiendas en busca de remeras y calzado deportivo y alguna que otra cosita. Con las compras resueltas al mediodía, el aroma irresistible de unas hamburguesas nos llevó hasta Mostaza, donde hicimos una pausa deliciosa. Con el estómago lleno y el ánimo alto decidimos volver al hotel para descansar ya que a las 17hs iríamos a cabalgar a Chacras de Coria.

CABALGATAS EN CHACRAS DE CORIA


Establecimiento "El Quirquincho"

Chacras de Coria es un pequeño centro urbano enclavado en el oasis norte de la provincia de Mendoza, a unos 13 kilómetros de la ciudad capital. Es un distrito del departamento Luján de Cuyo.Por sus características de un microclima agradable durante los meses estivales, ofrece un espeso verdor y suaves serranías, con lugares para la recreación.

Nuestra experiencia en El Quirquincho, un rancho de caballerizas que combina el cuidado de caballos ajenos con cabalgatas para turistas, fue mucho más que un simple paseo a caballo. Llegamos al lugar cerca de las cinco de la tarde, donde fuimos recibidos con una calidez especial. Mientras los encargados ensillaban los caballos, aprovechamos para relajarnos junto a la piscina al aire libre, rodeada de un entorno campestre que parecía sacado de un cuadro rural.


A las siete en punto, comenzamos nuestra cabalgata. Nos unimos a un grupo de turistas provenientes de Francia, Estados Unidos e Inglaterra. La ruta nos llevó a cruzar pequeños arroyos, rodeados por una vegetación arbustiva, cactus, tunas y otros espinos que contrastaban con la imponente silueta de la cordillera de los Andes al fondo, que nos saludaba como recordando nuestra visita de los días anteriores.

      

Nuestro guía, Mario, hizo el trayecto aún más entretenido. Con sus historias sobre la flora y fauna local, nos habló de serpientes como la coral, la crucera y la yara, que –según él– podrían aparecer en cualquier momento. Aunque claramente buscaba impresionarnos y quizá intimidarnos un poco, su narración le añadió un toque emocionante al paseo, haciéndonos sentir como jinetes experimentados en un terreno indómito.

            

El atardecer fue el momento culminante. Mientras el sol se escondía detrás de las montañas, el cielo se tiñó de tonos rojizos y ocres, regalándonos un espectáculo visual imposible de describir con palabras.

Tras dos horas de cabalgata, regresamos al rancho donde Celeste, la anfitriona del lugar, nos esperaba bajo un quincho con una mesa impecablemente preparada.

        

El menú comenzó con una ensalada fresca de tomates, lechuga y cebolla, acompañada de empanadas deliciosas y un buen vino local. Más tarde, llegó el asado: jugoso, cortado en rodajas y servido en tablitas que complementaban perfectamente la atmósfera rústica del lugar.

Como broche de oro, Celeste nos trajo una guitarra criolla y Facundo, para el deleite del grupo, interpretó algunos clásicos de los Beatles. Fue un detalle especial para nuestras compañeras turistas, quienes, aunque a pesar de hablar muy bien el español dominaban mejor el inglés. Yo tenía ganas de mandarme alguna chacarera o algún gato para acompasar con el lugar y el momento, pero no iban a entender nada, y después de varios vinos podía salir cualquier cosa, jeje.

Mientras la música llenaba el ambiente, el cielo nocturno comenzaba a mostrar su lado más dramático. A lo lejos, el cielo, negro y tenebroso, se partía con rayos y relámpagos preparándose para una tormenta que ponía un cierre imponente a un día lleno de emociones y momentos memorables. El Quirquincho nos ofreció mucho más que un paseo: nos regaló una experiencia que quedará grabada en el alma.

DÍA 6

Museo MOYANO y Parque Gral. San Martín

Nuestra jornada en el Parque General San Martín comenzó temprano, bajo el cielo despejado y el calor creciente que ya se hacía sentir. Empezamos por el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas "Juan Cornelio Moyano", donde recorrimos cada una de sus salas. Fascinados por los fósiles, las muestras arqueológicas y la historia natural de la región, dedicamos gran parte de la mañana a explorar cada rincón del museo.

Al salir, decidimos caminar junto al lago artificial que adorna el parque, con su calma que invitaba a la reflexión. A medida que avanzábamos, los jardines se desplegaban en su esplendor, llenos de flores y caminos perfectamente cuidados. Llegamos hasta el Club de Regatas, donde nos detuvimos un momento para contemplar la hermosa vista, con la cordillera de los Andes al fondo, enmarcando el paisaje como una postal.

El calor del mediodía y el cansancio comenzaron a hacerse sentir. Aunque el Cerro de la Gloria nos tentaba, decidimos dejarlo para otra ocasión. Agotados pero satisfechos, regresamos al hotel para descansar y reponer energías. Por la tarde, nos esperábamos otra experiencia: la tan esperada visita a las bodegas de Mendoza.

BODEGAS - VIÑEDOS - ACEITERA

En una de las bodegas que visitamos durante nuestro recorrido, tuvimos la oportunidad de probar el vino patero, una joya tradicional de Mendoza que se elaboraba siguiendo métodos artesanales, como el pisado manual de las uvas. Aunque su sistema actual de elaboración es moderno mediante maquinaria, han logrado mantener el mismo sabor. Este vino, dulce y suave, se destaca por su autenticidad y es una opción ideal para acompañar postres o disfrutar en reuniones especiales.

La experiencia fue única, no solo por el sabor exquisito del vino, sino también por la explicación que nos dieron sobre su preparación. Nos contaron cómo este tipo de vino mantiene vivas las costumbres de antaño, y al degustarlo, pudimos sentir esa conexión con el pasado y el respeto por las tradiciones.



En otra de las visitas degustamos el Malbec, Cabernet Souvignon, Carmenare y algún otro, para que nuestras papilas gustativas estuvieran de fiesta. Sus texturas y sabores equilibrados lo hicieron perfecto para cerrar nuestra visita con un toque especial, dejando en el paladar el recuerdo de Mendoza y su rica herencia vitivinícola. Sin duda, un descubrimiento que guardaremos como un tesoro en nuestros recuerdos.

Visita a Acetaia Millán: Tradición y excelencia en aceite de oliva

Otro de los momentos destacados de nuestro tour fue la visita a la fábrica de aceite de oliva Acetaia Millán, un lugar que combina la modernidad con el legado de una tradición centenaria. Ubicada en un entorno rodeado de olivares centenarios, esta fábrica es conocida por producir aceites de altísima calidad y vinagres balsámicos que destacan en el mercado local e internacional, con una producción de 250 mil botellas de aceto balsámico al año.

Desde el momento en que llegamos, el aroma fresco de las aceitunas nos envolvió. El recorrido comenzó con una explicación detallada del proceso de elaboración del aceite, desde la selección de las mejores aceitunas hasta el prensado en frío para conservar todas sus propiedades naturales.

Además de conocer la historia de la fábrica, tuvimos la oportunidad de degustar y adquirir algunos de sus productos que le dieron un toque diferente a una tarde tórrida de enero.

Con un calor que no daba tregua, estábamos ansiosos de emprender el retorno al hotel, y disfrutar del alivio que ofrecía el aire acondicionado de la camioneta.

DÍA 7

REGRESO A CASA 

El sábado, amaneció con la sensación de que todo lo vivido en Mendoza había sido una aventura tan intensa que aún costaba asimilarla por completo. Preparamos nuestras maletas y nos dirigimos al aeropuerto de El Plumerillo, con tiempo suficiente para tomar el vuelo que saldría a las 10:50.

Mientras esperábamos en la terminal, nos invadió una mezcla de nostalgia por dejar atrás esa tierra que nos había brindado tantas experiencias, pero también de satisfacción por todo lo que habíamos descubierto y vivido. Mendoza nos había recibido con los brazos abiertos, regalándonos paisajes majestuosos, sabores incomparables y momentos de conexión profunda con la naturaleza.

En el avión, mientras nos elevábamos hacia el cielo, miramos por última vez las montañas que nos acompañaron durante esos días, sintiendo que habíamos dejado una parte de nosotros allí. El regreso a Montevideo, aunque cercano, no marcó el final de este viaje, sino el inicio de un recuerdo que siempre estará presente, alimentado por la magia de Mendoza.

FIN






























































































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