EN LA NEBLINA DEL TIEMPO

En la quietud de un hogar de ancianos, un hijo llega como llegan todos, su padre, sombra de lo que fue, su memoria, se desvanece de a poco. Incoherencias danzan en sus palabras, como hojas que se lleva el viento en las jornadas. 

Recuerdos que se entrelazan en un rincón de su mente, como hilos de una historia, que se va haciendo ausente.

Camina lento con ausencia en sus ojos, y en el vaivén de sus pensamientos, susurra historias de antaño perdiéndose entre sueños temblorosos.

El hijo se quiebra, más persiste en la esperanza, traer a su padre de vuelta, como repatriar a un patriarca,

de las sombras que lo acechan, de su mente cansada, de su desánimo, como un tatuaje en su alma.

¿Qué te ha pasado mi viejo, que el eco de mi nombre en tu mente se desvanece? Si en las arrugas de tu piel duermen mis historias, que a pesar del tiempo no envejecen.

"¿Quién eres tú?", inquiere el anciano, entre murmullos y risas que se disipan en vano. 

El hijo, en su pecho, lleva la carga pesada, de ver a su padre, en la neblina del tiempo extraviada.

Ricardo Ismael

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